lunes, 16 de septiembre de 2013

LA PETENERA

Al estar documentadas antes que las siguiriyas y las soleares, y formar parte junto a polos, cañas o serranas del repertorio de Silverio, lo podemos considerar uno de los palos más antiguos, anclado en el interín entre lo preflamenco y lo protoflamenco.

Aunque se han dado multitud de posibles orígenes, todos ellos muy elucubrativos, lo cierto es que se trata de un canto perteneciente al Son mexicano y recibe su nombre de la región del Petén, a caballo entre México y Guatamala, de donde sería originaria la mujer fatal que protagoniza sus historias, frecuentemente denominada también la Sirena. El Son nace de la incorporación a la música española colonial de elementos temáticos e interpretativos de la cultura indígena. La petenera pertenece a la rama huasteca-huapanga del Son y se caracteriza por su ritmo hemiólico, su armonización en Mi Frigio con inflexiones al Modo Mayor y su estructuración alterna en coplas y ritornellos al igual que el fandango, y aunque su aire es vivo en la interpretación, en la temática predomina una atmósfera fatalista. El presunto mal fario de insondables raíces gitanas que muchos le atribuyeron no era sino un elemento original de este canto caribeño...

PETENERA HUASTECA

Dado que el Son nace de una implantación hispana en suelo indígena, cabría especular cuántos de esos parentescos que la entroncarían con la música judía y/o  el romance, pudieron ser llevados a América, pero lo cierto es que la petenera está documentada en México como mínimo desde 1803, siendo mucho más probable que los parecidos se deban a la ascendencia común reciente entre la música a ambos lados del Charco que a herencias ancestrales. Téngase en cuenta en todo momento que lo sefardí no deja de ser hispano, que el romance es hispano, que la música colonial de los siglos XVII-XVIII es hispana, y que por tanto sería natural que se diesen fenómenos de convergencia entre manifestaciones musicales de un mismo lenguaje musical.

Aún así, el añadir más luz sobre las fuentes termina de despejar todas las dudas. Y es que las noticias más antiguas en esta orilla la sitúan en Cádiz en la década de 1820, anunciada como "petenera nueva americana" y dos décadas más tarde Estébanez Calderón incide de nuevo en su carácter novedoso, describiéndolas como un baile más vivo que la seguidilla pero de melodía y letra melancólica. A buen seguro la petenera flamenca sería una evolución musical andaluza más de un aire procedente de América, tal y como ha sucedido con la mayoría de los palos en uno u otro momento. Todo un siglo de oscuridad documental y de tradición oral ha podido difuminar sus orígenes y distorsionar su transmisión.

Tomemos como ejemplo el Romance de la Monja de el Negro del Puerto, cuyo patrón melódico es similar a la petenera:

ROMANCE - El Negro del Puerto

Resulta que este cantaor lo aprendió de su padre que era natural de Paterna de la Ribera, Cadiz, de cuyo gentilicio algunos estiman que tomaría el nombre. El Negro nació en 1913, su padre probablemente en algún momento posterior a 1870 y de la década anterior ya hay documentación de que Silverio y Medina el Viejo las cantaban, presuntamente aflamencadas. Al mismo tiempo en las labores de recopilación de cantos populares que se realizaron por toda España a mediados del siglo XX (varias décadas antes de que el Negro grabase dicho romance en la Magna Antología Hispavox), se encontraron peteneras populares, cantadas a coro por mujeres en labores de recolección. ¿Qué posibilidades hay de que el padre de el Negro no las hubiese aprendido durante su juventud, en plena época del café cantante, cuando era un aire tan popular que hasta 60-70 años más tarde aún se conservaba? En realidad muy mínimas, siendo mucho más probable el contagio desde el escenario a la calle o el campo.

¿Y qué decir del supuesto parentesco con formas del Rebetiko en los Balcanes? 


Extracto de la película "REBETIKO"  de  Kostas Ferris

Tenemos que este género musical, equivalente en aquella región al tango, el blues o el flamenco, nace unos cien años después de que la petenera llegara a Cádiz, con la llegada de griegos expulsados desde Turquía. Aunque muchos de ellos sean sefardíes, el grueso de la música se encuadra en los modos musicales del mediterráneo oriental, fundamentalmente de Asia Menor, sin más parentesco con la música hispana que el origen mediterráneo común de los modos griegos...  Tras una fase inicial plenamente underground el final de la segunda guerra mundial trae influencias occidentales de modo que nace el llamado Arjontorebetiko, que incorpora patrones melódicos de canciones populares de todo tipo, algunas extranjeras. ¿Qué posibilidades hay de que dos comunidades conservasen durante quinientos años patrones rítmico-armónicos no habiendo conservado el mismo lenguaje musical? Sin duda mucho menos que la incorporación a lo largo del siglo XX de una melodía popular aún en México o España.

Lo cierto es que el fandango dejó por toda América vástagos y herederos: El Polo margariteño, el Joropo venezolano-colombiano, la Marinera de las costas del Perú, el Fandango jarocho o la Lloroncita en México... Del mismo modo que las formas generales del arte Barroco tuvieron en las colonias más larga vida y fuerza que en España, también las formas musicales de origen hispano se mantuvieron mejor conservadas y más prolongadamente vivas que en nuestro país, quien al fin y al cabo estaba más sujeto a las modas europeas. El aire interpretativo de la petenera mexicana, tan similar a los verdiales que son los fandangos españoles más arcaizantes, y el patrón melódico del violín huasteco, que casi reproduce punto por punto la melodía típica de la guitarra en la petenera flamenca, debería ser suficiente incluso para el oído profano.


PETENERA HUASTECA - Solo de violín

Ya vimos que en la década de 1820 se interpretaba en Cádiz y que en las dos décadas siguientes se afinca en Sevilla, pero será en el último tercio de siglo cuando su aire indiano va a mutar en una versión flamenca de la mano de Medina el Viejo y consta que Silverio realizó un crossover llamado soleá-petenera que se ha transmitido de manera muy desdibujada. Las peteneras de las grabaciones más antiguas, las peteneras populares conservadas como cantos de labor, el Paño Moruno y el Punto de la Habana muestran todos ellos una estructura melódica similar, detalle este que ya testimonia Rodríguez Marín a finales del XIX.

En origen su acompañamiento es tonal en La menor, con dominante en el V grado, de modo que la cadencia andaluza se construía sobre los grados I-VII-VI-V aunque con el tiempo ese aflamencamiento la irá trasportando a Mi Frigio, llevando la cadencia a la más típica flamenca de IV-II-II-I . El ritmo es alterno entre 6x8 y 3x4 aunque el aflamencamiento conducirá a que la voz se libere del corsé y tienda a manifestarse en modo libre entre ritornellos. Al igual que otros palos, se recurre a la repetición de versos para cuadrar los tercios, recurriendo a interjecciones como "Madre de mi corazón", un elemento que ya se da en la petenera mexicana.

En las grabaciones antiguas se detectan basicamente dos variantes. La primera sería la petenera larga de Medina el Viejo, de estructura estrófica similar a la original mexicana, grabada por el Mochuelo a principios del siglo XX. En estas primitivas versiones registradas se conserva aún el aire bailable e incluso el acompañamiento de palillos y esta modalidad es la que tomará Pastora Pavón para engrandecerla y sublimarla, convirtiéndolo en uno de los cantes flamencos más graves y de más difícil ejecutoria. La suma de versos repetidos, de interjecciones y ritornellos acaban llevando el número de frases musicales hasta a diez.

PETENERA - El Mochuelo

La segunda la grabó la Rubia en 1903, también con aire bailable y un ritornello entre copla y copla que ocupa dos frases y que resulta poco flamenco, con un giro a Do característico del del fandango que bien pudiera ser de origen académico pues era un baile habitual en la Escuela Bolera.

PETENERA - La Rubia

Hay una tercera variante que sería la petenera corta de Medina, rítmicamente más ajustada al acompañamiento a guitarra y aunque presumiblemente tomase como base una versión original de este cantaor es muy probable que la versión superviviente fuese obra de Antonio Chacón quien no la llegó a grabar. Supuestamente sería Perico el del Lunar, último guitarrista del cantaor jerezano, quien operaría como agente de transmisión hasta Rafael Romero quien la grabaría en 1954 en la Antología Hispavox. El marcado compás de su acompañamiento y la sencillez de su ejecución vocal lo aproximan más a los cantes de labor y probablemente esta sería la base sobre la que el padre de El Negro para cantar el Romance de la Monja a la Fuerza.

PETENERA - Rafael Romero

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