Los primeros datos sobre la serrana se remontan a finales
del siglo XVIII y aunque es posterior a polos y cañas, comparte con éstos
muchos atributos musicales y el hecho de que se aflamencaran a mediados del
siglo XIX.
La serrana se puede considerar quizás el palo más
ilustrativo del nacimiento de lo flamenco a partir de la tradición musical
española. Para empezar porque mantiene una estructura evidente de seguidilla
compuesta, con su cuarteta 7-5a-7-5a y su tercerilla 5b-7-5b, también llamada
bordón o macho. Si se desposee a la serrana flamenca de los tercios alargados y
se restituye su original ritmo ternario el resultado es un aire danzable de
melodía muy pegadiza. Hay constancia de que en 1828 eran plenamente bailables y
tenemos noticia de unas serranillas de 1848 que acaso se refieran a un tipo
particular de seguidilla, ya fuese por poseer unas melodías determinadas o por
tratar alguna temática relacionada; hay que apuntar aquí que en modo alguno
resulta extraño denominar cantes por alguna palabra o palabras aparecidas en su
letra.
Ahora bien, ¿cómo explicar que una seguidilla bailable acabe
convirtiéndose en un cante pausado y valiente? La clave una vez más reside en
la grandilocuencia. Toda vez que un interprete destaca en la ejecución de una
canción de tipo popular es habitual que el cantante imprima su sello a través
del alargamiento de los tercios o la multiplicación de adornos. Al igual que
sucedió con sus parientes las sevillanas durante la segunda mitad del siglo XX,
el paso de un estilo bailable a un cante "para escuchar" conduce a
una ralentización que exige una reestructuración rítmica que tenga más en
cuenta las pausas de la voz en vez de la mecánica de los pasos (lo que
explicaría el paso del ritmo ternario a la hemiolia) y el cara a cara entre la
voz y un sólo instrumento, en este caso la guitarra, exigiría una cierta
rearmonización. El contenido sentencioso y reflexivo de las letras de serrana
recopiladas en el siglo XIX y aún las versiones más antiguas grabadas, pone en
evidencia ese tránsito desde lo bailable a lo escuchable.
Estébanez Calderón al hablar de la caña la sitúa como madre
de las "modernas serranas" dejando constancia probablemente de la
época en la que ya se están ralentizando y alargando. Dos de los personajes de
sus Escenas Andaluzas, el Planeta y Juan de Dios, cultivaban muy seguramente ya
variantes personales tal y como queda reflejada en la letra de la copla
"Joselillo el Torero". Sin embargo sería Silverio el gran intérprete
de la serrana, y la noticia de 1865 de que cantaba "serranas del
sentimiento" encajaría bien el hecho de que el proceso de magnificación y
aflamencamiento se hubiese culminado. Dado que todas las serranas grabadas son
variantes de una misma copla, cabe la posibilidad de que fuese una creación
personal de Silverio tal y como dejan entrever Demófilo y otros cantaores
coetáneos.
La primera grabación hasta el presente corresponde a Paco el
de Montilla y el resto de los primeros cantaores que las registraron fueron
discípulos o bien de Silverio o bien de Chacón, como fue el caso de el Tenazas,
que por entonces vivía en Puente Genil. Viene a colación éste dato porque
existe la hipótesis de que en última instancia la serrana proviniese de Córdoba
pues hay noticia de que al cuarto año de visitar la ciudad Silverio ya fuese
anunciado como maestro de las serranas. Por aquél entonces se interpreban sin
la liviana preparatoria de modo que sería en estos años cuando el cantaor
acoplara liviana y serrana adquiriendo su forma musical definitiva.
SERRANA - Paco el de Montilla
SERRANA - El Mochuelo
SERRANA - El Niño de la Isla
SERRANA - El Tenazas de Morón
Su melodía se basa en el modo Mi frigio, armonizándose en la
guitarra por medio de la cadencia andaluza, generando así el modo Mi frigio
flamenco típico de éste y otros cantes. Las caídas típicas suelen ser en el III
grado en el segundo tercio y preferentemente en el I en el resto, aunque admite
variaciones en ésto último. Su compás es el de la seguiriya, aunque se ignora
qué palo, si ésta o la serrana, realizaron primero el paso del ritmo ternario a
la hemiolia. Tal y como sucede con cañas y polos los dos primeros versos se cantan
en una parte y los otros dos en otra, siendo rematadas cada una de ellas con
una subida donde el cantaor se luce. Aunque la copla es básicamente la misma
cada cantaor administra los tercios y sus repeticiones de maneras distintas.
Se suele decir que el macho de la serrana lo suele
constituir la siguiriya de María Borrico pero ello no es cierto, debido a que
la propia serrana tiene su macho en la tercerilla, siendo mucho más probable
que haya sido éste el que haya transferido sus cualidades musicales a la
siguiriya.
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